Estoy
en el aeropuerto. Nos toca un fanmeeting, pero va a ser poca cosa,
volvemos mañana. Como siempre, esto está lleno de fans sacándonos
fotos. Qué cansinas, con las pocas ganitas que tengo de que me estén
tomando fotos a estas horas. Pero entiendo que ellas son las que
hacen que seamos lo que somos, así que siempre las saludo.
Oigo
a alguien gritar algo como:
-
¡¡¡¡¡KibumoppásarangheYOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!
Miro,
y veo a una de nuestras locas, con cara de ida, saludándome, y, a su
lado, a una guiri mirándola enfadada. Gira la cabeza hacia donde
estoy, y las saludo. Vaya cara de cabreo tiene. Resopla y se va,
pasándole la maleta por encima de los pies a la fan, que empieza a
saltar, quejándose. ¡Jajajaja, qué carácter! La sigo con la
mirada hasta que desaparece en la zona de embarque. Qué gracia.
*****
Vaya
viajecito. Las azafatas están empezando a perder la paciencia, con
tanta fan intentando vernos, y los vecinos de asiento están hasta el
moño. No se lo puedo negar, son unas pesadas. Menos mal que es poco
tiempo de vuelo, o tendríamos motín a bordo… Qué cruz.
*****
Se
acabó el fanmeeting, y por fin estamos en el hotel, cenando. En los
conciertos acabamos agotados, pero esto es más fácil, así que
hemos dado una vueltecita y ahora nos iremos a dormir, que mañana
hay que volver.
Oigo
a alguien gritar algo como:
-
¡¡¡¡¡KibumsamasukidaYOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!
Miro,
y veo a una chica vestida de colegiala, y, a su lado, a una guiri
mirándola enfadada. Gira la cabeza, y es la misma de esta mañana.
Juas, la cara de asco ahora está elevada al cubo. Las saludo, y ella
se va con expresión de fastidio a la mesa más alejada de donde
estoy yo, sentándose de espaldas a la sala. Se me tuerce tanto el
cuello al seguirla, que casi me caigo de la silla.
-
Hyung, ¿qué estás mirando?
Mierda
de niño, está atento a todo. Y eso que parece que vive en su mundo.
A ver qué me invento ahora para que no sospeche.
-
Nada, me ha parecido ver a alguien conocido.
-
¿La guiri? La vi esta mañana, es mona. A lo mejor me acerco y la
invito a algo.
Jopucca,
ya estamos. Las tías se tiran a sus pies, y justo tiene que fijarse
en la que no debe. Tengo que ser más rápido. Llamo al camarero, y,
en un aparte, le pido que le mande una copa de helado de tres pisos a
la borde. Vigilo disimuladamente hasta que se lo llevan, y, cuando
veo que me mira por indicación del camarero, saco mi mejor sonrisa y
la saludo. Vaya, su sonrisa es como la que pone el niño cuando
asegura que ha dormido en casa de sus padres. Y ahora aparta el
helado, será macarra… Se va a enterar.
Me
acerco a su mesa, y veo que se va a ir. Joder, me va a tocar correr.
Llego justo a tiempo.
-
¿Le importa que me siente? - Evidentemente, era una pregunta
retórica. No estoy dispuesto a que me diga que no. Me siento y
adopto una pose elegante. Ella se tira en su silla como si su madre
la obligara a ello. Algo en mi cara hace que se entrecierren sus
ojos.
-
He visto que no ha tocado el helado. ¿No le gusta? - Y ahora dime
algo que me crea, anda.
-
No es eso, es que si tomo helado por la noche, al día siguiente
aparezco con la cara hinchada. - Mentirosa. Su sonrisa es peor que la
anterior, pero, no sé por qué, me hace mucha gracia. Me impulsa a
pincharla un poco más, y eso que claramente me está diciendo que
desaparezca. ¿Habré tomado algo que me haya sentado mal?
-
¿Entonces preferiría tomar alcohol? Yo la invito. - A lo mejor
borracha está más receptiva…
-
Oh, lo siento, pero nunca bebo con desconocidos. - Ja, menuda trola.
El parpadeo lo hace todo mucho más divertido, y no puedo evitar
sonreír más aún. Me mira los labios y parece quedarse absorta,
pero justo después, su expresión se vuelve más oscura. ¿Qué coño
he hecho ahora?
Voy
a atacar directamente, a ver por dónde sale.
-
Entonces, ¿qué puedo hacer por usted? - Me separo de la silla y
acerco mi brazo al suyo, quedando a muy poca distancia. Y consigo
algo, vaya que sí. Se me asusta.
-
Pues le agradecería que no se acercase más a mí, porque cada vez
que coincidimos, alguien parece empeñado en dejarme sorda. - Se me
está escapando. Mierda. - Muchas gracias de todas formas. Adiós.
No
me conformo con dejarla ir sin más.
-
Espero verla pronto. - Mis ganas. Ni se da la vuelta para mirarme por
última vez.
-
Yo espero que no. - Cabrona, tiene que decir la última palabra. Me
da la risa, no lo puedo evitar.
La
veo desaparecer del comedor, y miro a la mesa de al lado. Las chicas
no me quitan ojo, así que las saludo con la mano, lo que las deja en
shock. Ya que estoy aquí, me voy a comer el helado.
*****
Vuelta
para Seúl. El aeropuerto está lleno de niñas gritonas. Siempre
igual. Mientras voy saludando a diestro y siniestro, veo una figura
conocida andando entre las nenas. Lleva las gafas de sol y va absorta
en su móvil, así que no me ha visto. Ando un poco más deprisa,
hasta llegar a su altura, y me cruzo en su camino. Chocamos, y ella
se disculpa y levanta la mirada. Su cara de desagradable sorpresa no
tiene precio.
La
he cogido de un brazo al chocar, pero no la suelto. Ella mira mi mano
como si fuese un bicho asqueroso, así que la retiro, riéndome. No
parece que le haya gustado mucho.
-
Parece que estamos destinados a encontrarnos. - Vale, con un poco de
ayuda, eso sí.
-
Yo creo que es más bien una maldición, y sí, empieza a ser
preocupante. Si no le importa, tengo prisa. Adiós.
Qué
bruja, se va sin darme tiempo a decir nada. Pero, si no me equivoco,
va en mi mismo vuelo. No sabe lo que le espera…
*****
Utilizando
mis artes de seducción, convenzo a una azafata para que me busque
dónde está sentada la mala pécora. Me sitúo justo a su lado,
viendo cómo juega con el móvil, ignorante de lo que le viene
encima. Miro a su vecino de asiento, que a su vez me mira, y se
adelanta un poco para llamar su atención. Ella le mira, él me mira,
ella gira la cabeza, me hace una radiografía, lo que me pone un
poco, no lo voy a negar, y acaba dándose cuenta de quién soy. Si
fuese un inspector de hacienda, me habría mirado con más cariño.
-
¿En qué puedo ayudarle? - Esa sonrisa es aún peor que la falsa.
Saca lo peor de mí. Me apoyo en el asiento de delante suyo, pongo el
brazo en el reposacabezas y cruzo una pierna. Allá voy.
-
Imaginaba que estaría por aquí, y he venido a intentar convencerla
de que me deje invitarla a algo por lo de ayer. - A ver cómo sales
de ésta, bonita. Los cotillas de alrededor la miran acusadores. Me
lanza una mirada incendiaria, pero yo sonrío inocentemente.
-
Hasta que no te diga que sí, no me vas a dejar tranquila, ¿me
equivoco? - Bueno, parece que ya nos dejamos de amabilidades. Esto
está mejor. Me río y asiento.
-
Me temo que sí. Tengo que compensar de alguna forma los
inconvenientes que te he causado hasta ahora. - Eso ha sido un golpe
bajo, pero yo he quedado como dios. Los cotillas de alrededor me
miran con aprobación. Ella parece más cabreada todavía.
-
Muy bien, pásame tu tarjeta o tu número y ya te llamaré algún
día. - Que te crees tú eso. No vas a escapar tan fácilmente.
-
Me vas a perdonar la desconfianza, pero preferiría que fueses tú
quien me diera tu número. Por si se te olvida, sabes… - Soy la
imagen misma de la inocencia.
Me
pasa su móvil, mirándome como si quisiera estrangularme con sus
propias manos, y yo me hago una llamada perdida con él. Lo guardaré
como “labrujadelviajecito”. Se lo devuelvo y poco menos que me lo
arranca de las manos. Me da la risa.
-
Ha sido un placer. Nos veremos pronto, lo prometo. - Y es cierto.
Siento un hormigueo muy agradable en la boca del estómago cuando me
peleo con ella, y quiero repetirlo. Pronto.
-
Ajá. Adiós. - Ni me mira cuando me voy. Cómo me pone…
*****
Ahí
está. Está mirando mal a unos chicos que pasan a su lado, que la
observan con descaro. Me ve y sonríe. Me acerco y le doy un beso.
Esta
noche celebramos nuestro primer aniversario, y vamos a ir a cenar a
un japonés, y luego vamos a comer helado hasta que nos hartemos. Y
lo de después, lo dejo a vuestra imaginación.
FIN
Taesang
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